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05/05/2013

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Guillaume Apollinaire


A BRANCA NEVE


Os anjos os anjos no céu

Um está vestido de oficial
O outro faz de cozinheiro
Os restantes um coral

Belo oficial da cor do céu
A doce primavera depois do Natal
Condecorar-te-á com um belo sol
            Um belo sol

O cozinheiro depena os gansos
            Ah que caia a neve
            E eu tenha em breve
A minha bem-amada entre os meus braços

p.18 (Alcools)


O GATO


Na minha casa desejo ter
Uma mulher que imponha a sua razão
Um gato passeando por entre livros
E porque sem eles não posso viver
Amigos seja qual for a estação

p.20 (Le Bestiaire au Cortège d’Orphée)


AS JANELAS


Do vermelho ao verde morre o amarelo
Quando as araras cantam nos bosques natais
Destroços de pihis
Há que fazer um poema sobre um pássaro que
            tem uma só asa
Enviá-lo-emos telefonicamente
Traumatismo gigante
Faz com que os olhos se humedeçam
Eis aqui uma linda rapariga entre as jovens de Turim
O pobre rapaz assoava-se na sua gravata branca
Correrás a cortina
Abrirás depois a janela
Aranhas quando as mãos teciam a luz
Beleza palidez insondáveis violetas
Tentaremos em vão descansar
Começaremos à meia noite
Quando há tempo há liberdade
Caramujos Lota múltiplos sóis e o Ouriço do poente
Um velho par de sapatos amarelos em frente da
            janela
Torres
As torres são as ruas
Poços
Os poços são as praças
Árvores ocas que abrigam as cabritas vagabundas
Os Carneiros cantam árias agónicas
As Cabras castanhas
E o ganso uá-uá trompeteia no norte
Onde os caçadores de ratinhos
Raspam as peles
Diamante resplandecente
Vancouver
Onde o comboio branco de neve e de fogos
            nocturnos foge do inverno
Oh Paris
Do vermelho ao verde morre o amarelo
Paris Vancouver Hyéres Maintenon New York e
            as Antilhas
A janela abre-se como uma laranja
O belo Fruto da luz

pp. 24-25 (Calligrammes)



Guillaume Apollinaire nasceu em Roma, a 26 de Agosto de 1880. A sua mãe era de ascendência polaca. Aos vinte anos ei-lo em Paris, interessado pela actualidade literária revelando então simpatias anarquistas. Escreve, entretanto, novelas eróticas para sobreviver. O seu amor não correspondido está na base da «Canção do mal-amado». Entre os seus amigos em Paris nessa altura contam-se Picasso, Henry Rousseau, Henri Delaunay, André Salmon e Alfred Jarry. É em 1911, acusado de cumplicidade no roubo da Gioconda. Em 1912 sai a sua primeira recolha poética - «Alcools». Com o advento da Primeira Grande Guerra faz uma petição para ser incorporado no exército francês. Acaba por ser ferido na cabeça pela explosão de um obus. Em 1918 publica «A Linda Ruiva», uma espécie de testamento poético inspirado em Jacqueline Kolb, modelo de Picasso, com quem viria a casar-se. A 9 de Novembro 1918 sucumbe à gripe que assola Paris. É sepultado no cemitério Pére Lachaise. Tinha 38 anos.


Traduções de  Jorge de Sousa Braga in Guillaume Apolinaire, “O Século das Nuvens”, Hiena, Lisboa, 1989.

26/03/2013

Vicente Huidobro...


Vicente García-Huidobro Fernandéz (Santiago do Chile, 1893 - Cartagena, 1948)
























ALTAZOR 
a viagem de pára-quedas - Poema de VII cantos (1919)
Madrid, 1931 


PREFACIO


Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su pañuelo soberbio.
Hacia las dos aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.
Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso, como un ombligo.
«Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.
»Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.
»Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo y reconstituido, pero indiscutible.
»Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.
»Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).
»Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca, para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.
»Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.»
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.
»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
»Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
»Un poema es una cosa que será.
»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.»
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera del último suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.
Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
»Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?
»Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.
»Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.
»Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
»Digo siempre adiós, y me quedo.
»Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
»Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
»Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
»Ámame.»
Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.
Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.
Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
Ah, qué hermoso..., qué hermoso.
Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.
Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.
Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.
Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.
Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.
Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.
Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.
Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.
Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.
La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.


CANTO I


Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus
( ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de
ser?

28/12/2012

...


LISBOA

No bairro de Alfama os carros eléctricos amarelos chiavam nas subidas.
Ali havia duas prisões. Uma era para ladrões
que acenavam através das grades.
Gritavam, queriam ser fotografados.

“Mas aqui”, disse o guarda-freio com um risinho de hesitação,
“aqui estão os políticos.” Olhei para a fachada, a fachada, a fachada,
e no último andar, a uma janela, vi um homem
com um binóculo a olhar para o mar.

Roupa que fora lavada secava pendurada ao sol. As pedras dos muros estavam quentes.
As moscas liam cartas microscópicas.
Seis anos mais tarde, perguntei a uma senhora de Lisboa:
“Aquilo era mesmo verdade ou fui eu que sonhei?”
(1966)
p.21


O BARCO – A ALDEIA

Uma traineira portuguesa, azul, enrola um bocado do Atlântico.
Bem ao longe, um ponto azul, mas eu estou lá. Onde seis homens a bordo não veem que nós somos sete.

Assisti à construção de um barco destes, parecia um alaúde enorme sem cordas
na ravina de pobreza: a aldeia onde lavam e lavam sem parar, com fúria, paciência, melancolia.

A praia apinhada de gente. Era um comício que fora dispersado, os altifalantes confiscados.
Soldados levaram o Mercedes do orador por entre a multidão, apupos rufavam contra as chapas do veículo.
(1978)
p.29

Tomas Tranströmer, “50 Poemas”, Relógio D’Água, Lisboa, 2012.
Trad. Alexandre Pastor.

29/11/2012

...


E antes? Allen Ginsberg passeava num supermercado, eu assobiava a ópera dos três vinténs, a Branca estacionava o carro em frente Escola Técnica, algumas pombas levantavam voo, a Joan Baez cantava para todos nós. Cantávamos.

Eduardo Guerra Carneiro, “Isto Anda Tudo Ligado”, ed. Cadernos Peninsulares, p.41, Lisboa, 1970.


São Lázaro, Fontainhas (a primeira comunhão nos Salesianos, o cheiro a cera e incenso, sòzinho, no grande altar, o padre a cheirar a alho, o sabor azedo da hóstia, o não poder mastigar, vontade de vomitar, o fantasma da Ópera, o cão branco, umas eleições presidenciais, o pão repartido, a caderneta de jogadores roída pelos ratos, a cola feita de farinha, até o Barrigana!, o boininhas, a vergasta, meu pai escrevendo versos na sala cheia de janelas com sol a dar-lhe em cheio).

Eduardo Guerra Carneiro, “Isto Anda Tudo Ligado”, ed. Cadernos Peninsulares, p.43, Lisboa, 1970.


Lumpen, lumpen! Aos baldões vou contigo por essas ruas estreitas a fugir da chuva. Bebo ao teu lado e ouço as tuas sórdidas e morrinhentas histórias. Até futebol comento enquanto esperamos os barcos. Lumpen, lumpen! Meu país de arrabaldes a custo equilibrados na aguardente e nos jornais desportivos. Lumpen, lumpen! Arrabaldados andamos todos nós!

Eduardo Guerra Carneiro, “Isto Anda Tudo Ligado”, ed. Cadernos Peninsulares, p.49, Lisboa, 1970.